sábado, 5 de octubre de 2024

El Códice Beza: Tres variantes significativas

 Abordaré tres variantes que presenta este manuscrito respecto de los otros códices. Las modernas traducciones de la Biblia no recogen estas variantes, puesto que se inspiran en otros códices, sobre todo el códice Vaticano.

Estudiar estas diferencias nos descubre:

1.     el fuerte carácter judío de las primeras comunidades,

2.     la estrecha conexión con el antiguo con el nuevo testamento,

3.   información valiosa sobre el mundo judío y cristiano del siglo I.

Tres variantes


1. En el evangelio de Marcos: los escribas enfurecidos

Cita: Marcos 3, 20-21

Es una escena muy conocida: Jesús está enseñando en casa de Pedro. Las multitudes abarrotan el lugar. También se acercan otros personajes: escribas y letrados venidos directamente de Jerusalén. Entonces la madre y los hermanos de Jesús van a buscarlo, pero no pueden acercarse a él.

En nuestras Biblias leemos que la madre y los hermanos querían llevarse a Jesús, porque pensaban que estaba fuera de sí. Es decir: nuestro Jesús está loco, ¡hay que llevárselo a casa! Y se suele explicar que la familia de Jesús no entendía su misión ni la compartía, al menos en ese momento. Evidentemente, ni María, la madre, y los parientes de Jesús quedan muy bien parados aquí, aunque desde un punto de vista lógico es bastante natural que quisieran ir a buscarlo, escandalizados ante la enorme fama de sus milagros y predicaciones.

Veamos qué leemos en la Biblia de Jerusalén:

De vuelta a casa, se aglomeró otra vez la muchedumbre, de modo que no podían comer. Sus parientes, al enterarse, fueron a hacerse cargo de él, pues pensaban que estaba fuera de sí. Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebul... (Mc 3, 20-22)

Veamos ahora qué leemos en el Códice Beza, traducido directamente del griego:

Entran en casa y se reúne de nuevo la multitud, hasta el punto de no poder ni siquiera comer panes. Cuando recibieron noticias acerca de él, los letrados y los dirigentes salieron a detenerlo, diciendo que los había sacado fuera de sí (Mc 3, 20-21)

¿Cuál es la diferencia? Os habréis percatado: aquí, no son los familiares los que se quieren llevar a Jesús, sino los fariseos y los escribas venidos de Jerusalén. Y no es Jesús el que supuestamente está fuera de sí, sino ellos. ¿Por qué? Porque su predicación y sus milagros, su autoridad y sus enseñanzas los han sacado de sus casillas. ¡Quieren arrestarlo! Los parientes de Jesús vendrán después, seguramente alarmados y preocupados por su seguridad. El matiz es distinto. En este caso, son los letrados y los escribas los que están como locos ante la fama de Jesús.

Jesús se reafirma con calma. Su familia es la comunidad que le sigue, los que conocen la voluntad de Dios y la siguen, con su vida (Marcos 3, 31-35). No tiene que ir a ningún lado, está donde tiene que estar y con los que tiene que estar.

Aquel que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y hermana y madre (Mc 3, 35).


2. En el evangelio de Lucas: Emaús o Oulammaous

Vayamos a otra conocidísima escena en Lucas 24, 13-35, camino de Emaús. Jesús se aparece a dos discípulos desanimados que abandonan Jerusalén. No lo reconocen y, mientras caminan juntos, les va explicando cómo en Jesús, juzgado y muerto, se cumplen las Escrituras. Pero el final de la historia no es de muerte, sino de resurrección.

En este capítulo el Códice Beza presenta varias diferencias respecto de otros manuscritos, su estudio es fascinante. Pero me voy a centrar en una sola: el nombre del pueblo al que se dirigen los dos discípulos, Emaús.

Resulta que en tiempos de Jesús no existía un pueblo llamado Emaús en las cercanías de Jerusalén. Los biblistas y estudiosos han dado diferentes hipótesis basados en el nombre y en la distancia de sesenta estadios (que algunos consideran que serían 160). Hay al menos cinco pueblos candidatos a ser el Emaús bíblico, pero, en fin, no hay conclusiones claras. El actual pueblo de Emaús, que es el que se suele mostrar a los turistas, es de origen medieval.

El códice Beza no dice que el pueblo se llamara Emaús, sino Oulammaous. ¿Qué significa esto? Nos quedamos de piedra sin saber qué entender, hasta que vamos a la biblia de los LXX. Esta es la versión del Antiguo Testamento que manejaban los autores de los evangelios, y sabemos esto porque todas las citas del AT que aparecen en los escritos del NT están sacadas de esta versión de la Biblia, la Septuaginta o biblia griega.

Pues bien, en los LXX encontramos la solución a este enigma en el libro del Génesis, capítulo 28, donde se relata la huida de Jacob cuando se detiene a dormir en cierto lugar del monte y sueña con una escalera que sube al cielo. Según la Septuaginta, Jacob se detiene en un lugar antiguamente llamado “Oulammaous” o “Oulamlous”, según las variantes. Oulammaous o Oulamlous es una asimilación en griego de dos palabras hebreas: oulam-luz, que significa, «antiguamente, Luz». ¿De qué estamos hablando? Betel, efectivamente, y tal como leemos en la Biblia hebrea, antiguamente se llamaba Luz.

Traducción de la Biblia hebrea (de Jerusalén) Génesis 28, 19: Y llamó a aquel lugar Betel (Casa de Dios), aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz.

LXX Génesis 28,19: κα κλεσε τ νομα το τπου κενου Οκος Θεο· κα Ολαμλοζ ν νομα τ πλει τ πρτερον.

Volvamos al códice Beza. Lucas, según este manuscrito, nos está diciendo que los dos discípulos iban camino de Betel, el lugar que antiguamente se llamaba Luz. Y esto tiene mucho sentido, porque todo ese episodio tiene un paralelo con la huida de Jacob.


Paralelismos

  • Jacob huye de las iras de su hermano para dirigirse al norte, a casa de su tío Labán.
  • Los dos discípulos huyen de las iras de los judíos que han matado a Jesús, temiendo, quizás, por sus propias vidas. En todo caso, están tristes y desolados y abandonan la ciudad santa, alejándose de ella.
  • Jacob duerme y tiene un sueño, donde ve a los ángeles de Dios subiendo y bajando por una escalera hacia el cielo.
  • Estos dos discípulos están como dormidos: ven y no ven a Jesús, oyen pero no entienden; el sentido de lo que ha ocurrido les está velado, como en sueños. Pero es Jesús, enviado de Dios, quien se les aparece.
  • Dios da un mensaje a Jacob y lo bendice.
  • Jesús da un mensaje a los discípulos, parte el pan con ellos y se va.
  • Jacob despierta del sueño y reconoce que ha pisado un lugar santo, donde se le ha revelado Dios.
  • Y los discípulos, al partir el pan, reconocen a Jesús y vuelven corriendo a Jerusalén, porque se les abren los ojos y se dan cuenta de que han visto al Señor resucitado.

Es decir, Emaús es una experiencia de encuentro con Dios transformadora, en un momento de miedo e incerteza. Igual que le sucedió a Jacob, los discípulos reciben el consuelo y la confirmación divina de que Dios está con ellos. Y, además, Jesús está vivo y resucitado.

De la huida a la revelación

La escena de Emaús no pierde su hondo significado, que tan bien conocemos los cristianos, pero con este matiz, vemos que el autor del evangelio enlaza la experiencia de Jesús y los apóstoles con la historia sagrada de Israel y la experiencia de sus padres fundadores, algo que para los judíos tenía una importancia vital.


3. En los Hechos: los gentiles y la Ley

Son muchas las variantes que el códice Beza presenta en el libro de los Hechos. Hoy me centraré en una que aparece en Hechos 15, durante la celebración del llamado concilio de Jerusalén, que más bien es una especie de juicio donde se delibera y decide qué condiciones hay que poner a los nuevos seguidores de Jesús que no vienen del mundo judíos, es decir, a los gentiles.

En Hechos 15, Biblia de Jerusalén, oiremos cómo Santiago decide qué condiciones se impondrán a los nuevos creyentes.

Leemos en la Biblia de Jerusalén, que sigue muy fielmente la versión del Códice Vaticano, en el que se basan la mayoría de nuestras Biblias modernas:

Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra: Hermanos, escuchadme. Simeón ha referido cómo Dios intervino por primera vez para procurarse entre los gentiles un pueblo que honrase su nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los profetas, según está escrito: Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída, reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar. Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor, que hace que estas cosas sean conocidas desde antiguo. Por esto, juzgo yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios. Les diremos por escrito que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre. Todas las ciudades tienen ya desde antaño personas que predican lo que dijo Moisés, cuando se leen las Escrituras cada sábado en las sinagogas (Hechos 15, 13-21).

Ahora, veamos qué dice la versión del códice Beza, traducida directamente del griego:

Después que guardaron silencio, se levantó Santiago y dijo: Hombres, hermanos, escuchadme. Simeón explicó cómo Dios, por primera vez, se dispuso a tomar de entre las naciones un pueblo para su nombre; así, en efecto, concuerdan los dichos de los profetas, según está escrito: Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David, que había caído, y reedificaré sus ruinas, y la levantaré de nuevo, para que el resto de hombres busque a Dios, así como todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre. La obra del Señor es conocida desde siempre. Por esto juzgo que no hemos de molestar por esto a los gentiles que se conviertan a Dios, sino que hemos de escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de relaciones sexuales ilícitas y de la sangre, y que todo aquello que no desean para ellos, dejen de hacerlo a los demás. Moisés, desde los tiempos antiguos, tiene en cada ciudad quienes lo prediquen cuando se lee cada sábado en las sinagogas (Hechos 15, 13-21).

Nos vamos a centrar en los versos 20-21.

Según el códice Vaticano y nuestras Biblias modernas, las condiciones para los creyentes gentiles son de índole ritual: se trata de no comer carne que haya sido sacrificada a los dioses paganos, de relaciones ilícitas (incesto, adulterio, tal como lo prescribe el Levítico) y, de nuevo, evitar comer animales estrangulados y sangre.

En el primer caso, hay que saber que en la antigüedad, cuando se sacrificaba un animal en un templo, la carne se repartía entre el sacerdote y el oferente, pero si sobraba, algo muy habitual, se vendía a algún carnicero que a su vez la ponía a la venta al público, por piezas. Cualquier ciudadano podía comprar esta carne. Santiago y los fariseos opinan que comer esta carne es un acto de idolatría, pues estaba destinada a honrar una divinidad pagana.

La segunda prohibición es bien clara: el Levítico precisa qué relaciones sexuales no están permitidas. Son aquellas que perturban el orden y la armonía personal, social y familiar.

¿Y la tercera condición? Comer animales estrangulados y sangre también estaba prohibido en el judaísmo, pues la sangre se consideraba símbolo de la vida, y sólo se podía derramar ante Dios. La sangre, como sabemos, hacía impura a la persona que la tocaba, y mucho más si la comía.

Pero ¿basta esto para que un gentil se convierta en un buen judío, creyente en Jesús? En el caso del adulterio todo queda muy claro. Pero la idolatría... ¿cómo puede saber una mujer que va a comprar carne para su familia si esa carne fue parte de un sacrificio pagano? Y si no hay otra carne disponible, ¿es esto un pecado? ¿Es tan importante comer o no comer animales sacrificados de cierta manera? Si a los gentiles se les exime de la circuncisión, ¿por qué se les impone una norma como esta?

El texto del códice Beza es mucho más acorde con el judaísmo rabínico del siglo I. Según este, tres son las condiciones para que un gentil prosélito abrazara el judaísmo: cumplir los tres grandes mandamientos: adorar sólo a Dios (es decir, no idolatrar), no cometer adulterio (relaciones ilícitas) y no matar (abstenerse de derramar sangre). Estas tres infracciones eran las más graves, castigadas a menudo con pena de muerte. Pero hay algo más: además de evitar estos tres grandes pecados, el códice Beza añade una frase: que todo aquello que no desean para ellos, dejen de hacerlo a los demás. Es la regla de oro, la norma de conducta universal. Pues bien, cumplir los tres mandamientos: no idolatrar, no adulterar, no matar, más la regla de oro es el resumen de toda la Ley, según los rabinos judíos del siglo I. A esto se le añade escuchar la palabra de Dios en la sinagoga, cada sábado. Por tanto, Santiago está diciendo que los gentiles cristianos deben cumplir lo básico de la Ley de Moisés. Se les exime de la circuncisión pero deben guardar el resto.


Y así lo comunicará Pablo a las comunidades que él ha fundado, tal como se relata en los Hechos.

Este matiz del códice Beza nos recuerda que los primeros cristianos eran judíos, y buenos cumplidores de la Ley de Moisés en sus puntos básicos. Jesús era judío, los apóstoles eran judíos devotos y los seguidores del camino de Jesús, por lo menos hasta entrado el siglo II, eran judíos o se hicieron judíos. Formaron una secta más dentro del judaísmo antiguo, como pudieron serlo los fariseos o los esenios. Ellos se llamaban a sí mismos “seguidores del camino” y más tarde, empezando por la ciudad de Antioquía, fueron conocidos como “cristianos”. El distanciamiento entre judíos y cristianos, pues, no se dio tanto en los primeros tiempos, sino posteriormente. Es bueno conocer y aceptar este hecho porque forma parte de nuestras raíces religiosas y culturales. Y quizás nos ayude a aproximarnos y a ver con mayor simpatía a los judíos. El enfrentamiento entre religiones siempre ha sido cruel y a vece sangriento; en cambio, el diálogo entre religiones siempre es rico y da frutos.

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