domingo, 29 de diciembre de 2013

La ley: el Levítico

Y ahora que somos un pueblo… ¡tenemos nuestras propias leyes! (J. L. Ska) Los pueblos que rodeaban a los hebreos poseían sus códigos legales, sus fórmulas y sus pactos. Israel, como nación que se precie, también poseerá los suyos. En un texto fundacional del pueblo como lo es la Torá no podía faltar la ley, que es la médula y el motivo del relato. Así es como se explica la inserción de los distintos corpus legales que aparecen en el Antiguo Testamento, a menudo alternándose con la narración, como vemos en el Éxodo y en Números. El Levítico está enteramente dedicado a las leyes.

Si alguien se propone leer la Torá de principio a fin, verá que el tema de la Ley es mucho más complejo y se aleja de esa imagen estereotipada que conservamos a partir de las películas y las lecturas fuera de contexto. Más o menos pensamos que Israel nace en el desierto, Moisés sube al monte, Dios le dicta la Ley, que se resume en los Diez Mandamientos, y el pueblo la acata como norma de vida, sagrada y para siempre. Esto es una construcción literaria.

En realidad, en los libros de la Biblia encontramos no uno, sino tres decálogos. Y varios códigos legislativos, pertenecientes a diferentes épocas y mentalidades, de tal modo que no faltan normas repetidas, divergentes e incluso contradictorias.

 Los principales textos legales del Pentateuco son:
  • Los tres decálogos: Éxodo 20, 1-17, Éxodo 34, 14-27 y Deuteronomio 5, 6-21. El primero es más teológico y moral, y es el más conocido. El segundo es ritual y el deuteronómico es una versión ampliada del primero.
  • Código de la Alianza (Éxodo 20, 22-23, 19).
  • Código de Santidad (Levítico 17-26).
  • Código Deuteronómico (Deuteronomio 12, 26).
Comentar y ahondar un poco en estos códigos y su relevancia será motivo de otro capítulo.

¿Por qué la Ley se da en el desierto?


El relato de la dación de la Ley a Moisés va precedido por el relato de la liberación y la revelación de Dios en el Sinaí. Con esto, los autores bíblicos quieren señalar que la ley no es de origen humano, sino divino. A diferencia de las leyes de otros pueblos, no se sustenta en la soberanía de un rey o un sabio, sino en el mismo Dios, inspirador y garante de estas normas. Tampoco se vincula la ley a un país concreto. De ahí que su vigencia sea permanente, en cualquier lugar o circunstancia.

Se conocen unos cuantos códigos legales del antiguo Oriente Próximo, entre ellos el famoso de Hammurabi. Las leyes bíblicas guardan semejanzas con ellos. Pero en la legislación israelita aparecen de entrada varios rasgos propios y peculiares.
  • El primero ya lo hemos visto: Dios es el dador de la Ley.
  • El segundo es que se aúna el derecho civil con el religioso. El fundamento de la ley es la imitatio Dei. Por tanto, todo aspecto de la vida cotidiana queda sacralizado. Lo legal es lo moral. Delito equivale a pecado, ofensa a Dios.
  • El tercero es la presencia de las llamadas leyes apodícticas, que son prescripciones «sí-o-sí», mandatos que no concretan una sanción y que se sustentan en la autoridad divina y en la lealtad del pueblo a Dios. Por ejemplo: No tendrás otros dioses fuera de mí; Honra a tu padre y a tu madre para tener larga vida en el país que Yahvé, tu Dios, te dará; No matarás.
  • Son leyes holísticas: afectan a toda la vida social, pública y privada, práctica y moral de la persona.
  • Lo inmoral se identifica con lo ilegal. El delito es un pecado, una ofensa a Dios.
  • Hay un fin pedagógico en la ley: despertar la consciencia de la alianza con Dios y alentar la santidad de todo el pueblo.
Esta concepción de la vida entera como una liturgia, un acto sagrado, sin fisuras entre la fe y la cotidianeidad, es propia de la tradición sacerdotal, la escuela compiladora de los códigos legales en el periodo exílico y post-exílico.

¿Qué leyes seguían los primeros israelitas?


Los estudiosos del tema están de acuerdo en que las leyes recogidas en la Torá son más un referente, al modo de una constitución, que un cuerpo legal práctico aplicable a cada situación del día a día.

Las primeras leyes debieron nacer con el uso y la tradición, y eran de transmisión oral, como en otros pueblos. Los dilemas y cuestiones de la vida ordinaria ―litigios, préstamos, ventas, etc.― se resolvían recurriendo a este derecho consuetudinario no escrito hasta los tiempos de la monarquía.

El Código de la Alianza es la recopilación más antigua y posiblemente se basa en esta tradición oral, con un añadido teológico posterior.

Numerosos autores concuerdan en que las leyes apodícticas posiblemente tuvieron su origen en los elementos nómadas que formaron la primitiva comunidad de Israel. Es decir, los mandamientos proceden del desierto…

El Levítico: contexto


Este libro de la Torá está formado exclusivamente por textos legales, de diferentes épocas, recopilados por un grupo de sacerdotes en la época del post-exilio, bajo el imperio persa. Era el tiempo en que el pueblo debía rehacerse: la comunidad regresada del destierro tenía que integrarse con los habitantes que habían quedado en los antiguos reinos de Israel y Judá. Esta integración no fue fácil, generó conflictos y subrayó el interés de la comunidad judía en diferenciarse de sus vecinos y conservar su identidad a toda costa.

Los autores del Levítico recogen leyes del pasado y la influencia de los códigos legales de otros pueblos del Oriente Próximo. La herencia de las leyes asirias y babilónicas (Hammurabi y otros), así como de las hititas, se puede rastrear en la legislación hebrea.

La finalidad


La finalidad de los textos legales de la Biblia es santificar al pueblo y de hacer de él una nación consagrada a Dios. Como veremos, el máximo garante de la Ley, su inspirador y su motivo, es Yahvé. ¿Cuál es el fundamento de las leyes y del orden social? Dios. 

N. Sarna recalca que la legislación bíblica es, sobre todo, expresión de la alianza entre Dios e Israel. Por esto no se pueden separar los corpus legales de las narraciones bíblicas, relatos que explican la intervención divina en el pueblo.

Dios se revela en la historia de Israel como doblemente salvador: libera al pueblo de la esclavitud de Egipto y después le da unas leyes que le permitirán mantenerse libre, personal y colectivamente.

Ley casuística y ley apodíctica


En las prescripciones legales del Levítico encontramos dos tipos fundamentales:
  • Las casuísticas: son decretos condicionales del estilo «si un hombre hace esto, entonces…». Es decir, prescriben lo que hay que hacer en determinadas situaciones. Hay normas y castigos para cada infracción: Si un hombre presta a otro su animal y este es mutilado o muere, y su amo no está con él, el otro tendrá que pagar (Éx 22, 13).
  • Las apodícticas: son enunciados en positivo, taxativos, sin premio ni castigo. Simplemente decretan: «harás esto». Son las leyes que se cimentan en la santidad de Dios: Respetarás a tu padre y a tu madre, y observarás el sábado. Yo soy Yahvé, tu Dios (Lv 19, 3).

La ley casuística es pragmática y atiende a situaciones de la vida ordinaria. Apela a la conciencia de cada individuo y a su relación con la comunidad. Su origen es la costumbre y el derecho transmitido por tradición oral.

La ley apodíctica es típicamente hebrea, y se da en un texto fundamental del Levítico, el Código de Santidad. Su fundamento es Dios, apela a la ética del grupo y constituye una llamada a la fraternidad.

Qué visión se desprende de la ley israelita


De las leyes podemos deducir algunos valores fundamentales del pueblo de Israel:
  • El motivo, origen y fundamento de todo es único: Porque yo, Yahvé, soy santo y os he escogido entre los otros pueblos para que seáis míos (Lv 20, 26).
  • La imitación de Diosimitatio Dei― es un criterio que orienta la vida.
  • La igualdad ante la ley: no se distinguen clases sociales, las leyes son iguales para todos, a diferencia de las leyes hititas o babilónicas.
  • Se establece la ley del taliónojo por ojo, diente por diente―, para decretar un castigo proporcional al delito. Hoy nos parece cruel, pero en aquel tiempo era una novedad, y mucho menos drástica que otras leyes donde el castigo prescrito era mucho más oneroso que la culpa.
  • Humanitarismo: hay un especial interés por los pobres y los desfavorecidos. La atención del desvalido alcanza categoría legal (algo que no ocurre en otras culturas del momento).
  • Se busca minimizar la violencia legal, hay un rechazo a formas brutales de castigo que impliquen derramamiento de sangre, mutilación o tortura.
  • La vida humana es sagrada. La pena por homicidio siempre es la muerte.

Sin caer en anacronismos, podemos decir que en la ley israelita hay unos principios humanitarios que, aun siendo presentes en otras culturas, aquí adquieren un peso y una relevancia especial. No es exagerado pensar que de esta ley parte una línea de pensamiento y moral que, con el transcurso de los siglos, ha conducido a los modernos Derechos Humanos.

Lo santo y lo puro


En el Levítico se hace hincapié en dos conceptos que vale la pena ahondar: lo santo y lo puro. Así mismo, muchas leyes se refieren a la impureza y a la purificación.

Antaño se consideraban estas normas un conjunto de reglas desfasadas, faltas de espíritu. Los mismos académicos desdeñaban esta parte de la Biblia. No fue hasta que la antropología descubrió el valor de los rituales en las sociedades antiguas que algunos estudiosos volvieron con interés al Levítico y a los códigos legales del Antiguo Testamento, rescatando su valor y su mensaje.

Como afirma la antropóloga Mary Douglas, los rituales encierran un simbolismo importante para la vida del pueblo y reflejan sus valores. J. Klawans concuerda: los rituales manifiestan la forma de pensar y vivir de un pueblo y son una marca de identidad.

Desde esta perspectiva podemos entender mejor el sentido de las leyes rituales y cúlticas contenidas en el Levítico.
  • Es santo algo consagrado a Dios, perteneciente a él. Dios mismo es fuente de santidad.
  • Es puro algo que ha pasado por ciertos rituales o bien que no ha sido mancillado.

Para que algo sea santo ―consagrado― debe ser antes puro. Pero muchas cosas y personas pueden ser puras sin que sean necesariamente santas.

En cambio, nada que sea impuro puede ser santo. Si algo santo se hace impuro queda profanado y hay que purificarlo para volverlo a dedicar a Dios.

El concepto de pureza e impureza es muy típico de las culturas del antiguo Oriente. En el Levítico podemos distinguir dos tipos de impureza:
  • La impureza ritual. Es temporal, contagiosa y reparable. Afecta a personas, objetos y lugares. No puede consentirse en el espacio sagrado, el templo. Se contrae por contacto con sustancias impuras, enfermos de lepra o flujos corporales. Para resolverla, hay que seguir una serie de rituales.
  • La impureza moral. No es contagiosa, pero afecta a la persona, a la comunidad, al templo y a la misma tierra. Se contrae por delitos y pecados, y solo puede redimirse con el castigo ―mutilación, abstinencia, multa o muerte―.

En casos extremos, la impureza moral puede ser tanta que la misma tierra vomita y expulsa al pueblo pecador. Dios huye del santuario y abandona a su gente.

El día de la expiación


¿Qué sucede con los pecados inconscientes o con los que son deliberados y no se han purificado? ¿Cómo lavar la tierra de toda esta impureza? Para ello se establece el Día de la Expiación, o el Yom Kippur. Ese día, el sumo sacerdote asume todas las culpas, las carga a un chivo expiatorio y el animal es soltado en el desierto, para que se lleve todo el pecado consigo. Y la tierra, el templo y la comunidad quedan limpios.

¿Qué mensaje moral podemos extraer de todo esto? El fin de la ley es mantener la presencia de Dios entre los suyos. Pero esta presencia depende del comportamiento humano. Es decir, que el pueblo tiene la responsabilidad de alejar o atraer a Dios con su conducta. No hay pecado individual, todo daño tiene una repercusión en el resto de la sociedad. La responsabilidad es colectiva