miércoles, 26 de julio de 2023

¿Cómo se formó la Biblia? I

¿Cómo se forma una biblioteca de... 73 volúmenes selectos? Hoy veremos cómo se compuso la Biblia.

En primer lugar, hay que saber que la Biblia no se escribió de un tirón ni en poco tiempo: el proceso de formación duró siglos. Los estudiosos afirman que entre los textos más antiguos y los últimos en incorporarse pasaron más o menos mil años. En ese proceso hubo reescrituras, adaptaciones, correcciones y retoques.

En segundo lugar, hablamos de múltiples autores. Detrás de los textos bíblicos hay muchas manos. Aunque hay libros que se atribuyen a un autor concreto, como Moisés, David o Salomón, en la mayoría de casos la escritura se debe a una escuela de sacerdotes, profetas o escribas. Y aunque hubiera un único redactor inicial, el texto se fue copiando y retocando a lo largo del tiempo. Salvo excepciones contadas, los libros de la Biblia son una obra colectiva.

Finalmente, cuando la Biblia llega a su versión canónica, tanto la judía como la cristiana, ha habido un minucioso trabajo de recopilación y edición. Entre todos los textos disponibles, los editores finales seleccionaron, adaptaron, corrigieron y retocaron lo que les pareció oportuno. Con la finalidad, por supuesto, de entregar a los lectores un texto lo más esmerado posible y que transmitiera mejor el mensaje que se quería dar.

Por tanto, en el proceso de formación de la biblia tenemos:

-      muchos siglos: un milenio de trabajo,

-      muchos autores: de diferentes escuelas y épocas,

-      y un gran trabajo de edición.

Otro factor a tener en cuenta es este: los libros de la Biblia siguen un orden literario y pedagógico para componer un texto coherente. Pero el orden en que están colocados los libros no es de más antiguo a más reciente. Por ejemplo, el primer capítulo del Génesis es uno de los últimos pasajes en ser escrito; pero la historia que relata nos sitúa en los inicios de la humanidad. Una cosa es la cronología de los hechos y otra la antigüedad de los textos.  

Orden de antigüedad no es el orden en que vienen los libros. 

Veamos ahora los diversos libros de la Biblia por orden de antigüedad.  

Antiguo Testamento

Cantares épicos

Comencemos por el AT. Nos situamos en los siglos XII y XI a.C. Los libros más antiguos son los cantares épicos, que vienen de la tradición oral: poemas cantados que el pueblo escuchaba con gusto, sobre las hazañas de sus héroes. Se transmitían de padres a hijos. Son relatos legendarios de la época de las tribus, en Canaán. Están insertados en diversos libros. Por ejemplo, el cántico del pozo, en Génesis; el cántico del mar, en el Éxodo, cuando los israelitas cantan con júbilo porque se han librado de los egipcios tras pasar el Mar Rojo; el cántico de Miriam; el cántico de Débora en Jueces 6; el cántico de duelo por la muerte de Saúl y Jonatán, en 2 Samuel 1, 19-27.

Relatos de la monarquía

Ya en el siglo X a.C. encontramos que se recogen en las crónicas reales las historias heroicas de los jueces y las de Saúl y David. La llamada crónica real o historia de la corte de David posiblemente es de esta época. También en este periodo monárquico se comienzan a recopilar los primeros salmos y colecciones de leyes. Algunos estudiosos han llamado a los cronistas de esta época la “fuente J” o “yahvista” porque a Dios se lo designa con el nombre Yahvé. Cuando el reino se divide entre Israel y Judá, en el reino del norte, Israel, aparece la llamada “fuente E”, porque a Dios se le llama Elohim. Se trataba de una escuela profética muy crítica contra la monarquía.

La fuente D: la escuela del Deuteronomio

Estamos entre los siglos VIII y VII. El reino del norte brilla y sucumbe ante los asirios. El profetismo florece: Amós y Oseas en el norte; Isaías, Miqueas, Nahúm y Sofonías en el sur. La escuela deuteronómica está formada por un grupo de sacerdotes y profetas que claman fuertemente por una vuelta a la alianza con Dios: contra la idolatría y la injusticia social.

Esta escuela recoge material de las crónicas reales y los antiguos relatos y compone la llamada historia deuteronómica: su obra final es una primera versión de la Torá, los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes.

La escuela sacerdotal y el exilio

En el siglo VI Judá cae bajo los babilonios y las élites judías son exiliadas en Babilonia. Allí florece la llamada escuela sacerdotal, con sacerdotes y escribas desterrados y figuras como el profeta Ezequiel. La escuela sacerdotal recopila la historia del pueblo, edita todo lo escrito antes y compone una obra coherente con un mensaje: Dios pacta una alianza con su pueblo; el pueblo cae en la infidelidad y es castigado duramente con la conquista; pero Dios se apiada de su pueblo y lo hará renacer de sus cenizas si vuelve a ser fiel y recupera su amor y su confianza. Mediante el amor, la escucha y la obediencia, sin necesidad de rey ni territorio, el pueblo elegido puede seguir existiendo. Su patria será la Torá, la Palabra de Dios entregada a su pueblo.

La escuela sacerdotal es responsable final de la redacción de la Torá y los libros históricos, así como de los profetas del exilio y el post-exilio. Fueron sacerdotes de esta escuela quienes compusieron el solemne himno inicial del Génesis.

La restauración y el Segundo Templo

En el 438 a.C. muchos judíos exiliados pueden regresar a Judea y a Jerusalén. Estamos ya bajo el Imperio persa, tolerante con la cultura y la religión de los pueblos sometidos. Se reconstruye el templo, se reestablece el culto y figuras como Esdras, Nehemías, Zorobabel y el sacerdote Josué contribuyen a reforzar la identidad judía en la comunidad del post-exilio. La escuela sacerdotal de este tiempo recoge los escritos de Esdras y Nehemías, así como los de los profetas del post-exilio: Ageo, Joel, Zacarías y Malaquías. También en esta época se terminan de recopilar y se componen los últimos salmos, para el culto del Templo.

Llegamos al siglo IV a.C. y se puede decir que en esta época el grueso de la Biblia hebrea ya está compuesto y ordenado en sus tres partes fundamentales: la Ley, los Profetas y los Escritos. En hebreo: Torá, Nevi’im y Ketuvim, o TANAK.

Dicho esto, recordemos que todos los textos de esta época eran manuscritos, redactados a mano sobre rollos de papiro. Como el papiro se deteriora, con el paso del tiempo se iban copiando nuevas ediciones. Y sabido es que la copia a mano nunca es exacta: los escribas podían equivocarse, o cambiar palabras, sin querer o adrede. Muchos cambios,  retoques e incluso añadidos eran deliberados para adaptar mejor el texto y hacerlo más comprensible y claro a sus lectores. 

La Biblia griega o Septuaginta

En el siglo III Judea y el territorio del antiguo Israel forma parte de los poderosos reinos helenísticos, el legado del imperio de Alejandro Magno. En esta época se traduce la Biblia hebrea al griego. La leyenda cuenta que la mandó traducir el rey Ptolomeo II para la biblioteca de Alejandría. Pero posiblemente fue iniciativa de los judíos de la diáspora. En Egipto vivían varias comunidades judías, la más importante en Alejandría. Era un grupo numeroso y culto. Estos escribas tradujeron las Sagradas Escrituras al griego y añadieron los libros llamados deuterocanónicos, que no formaban parte de la Biblia hebrea: Judit, Tobit, Sirácida, Macabeos I y II y Sabiduría.

Hemos llegado al siglo I, la época en que Jesús nació. Tenemos dos Biblias, la hebrea y la griega, que veneran y utilizan los judíos de todo el mundo conocido.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores comienzan a recopilar sus enseñanzas y colecciones de dichos y milagros. Pablo y otros apóstoles escriben sus epístolas... ¡Comienza el Nuevo Testamento! Pero todo esto es ya otra historia, que contaremos en otra ocasión.


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domingo, 23 de julio de 2023

La Biblia, verdad y hechos

Hago esta reflexión como respuesta al comentario de una suscriptora del canal. Es un tema que causa mucha confusión e inquietud a las personas que se ponen a leer y estudiar la Biblia, y a no pocos creyentes.

¿Todo lo que dice la Biblia es verdad? Cuando un teólogo, un biblista experto o un profesor nos dice que la Biblia cuenta muchas cosas que “no son verdad”, o que son cuentos, metáforas, fábulas, ¿qué hemos de pensar? ¿Es falso, entonces? ¿Cómo puede la palabra de Dios contener mentiras?

Y esto es motivo de escándalo y ofuscación.

Pero vayamos por partes.

Historia vs. experiencia

En primer lugar, ya dije que para leer la Biblia hay que meterse en la mentalidad antigua. Y una de las cosas que hemos de aprender es que los antiguos no concebían la historia como nosotros. Para nosotros, hoy, la historia son fechas, datos y personajes. Hechos concretos, reales, que han sido registrados en alguna crónica o libro de historia. Que podemos comprobar con la investigación y la arqueología. Esta idea de la historia es moderna y muy racional, y está bien. Pero no es la que tenían los antiguos.

Para los antiguos, y en especial para el pueblo de Israel, la historia era una experiencia. No importaba tanto las fechas y los datos exactos, sino el impacto que los hechos habían tenido en una comunidad. Y si para explicar esto tenían que usar imágenes, símbolos o relatos un poco exagerados o míticos, lo hacían.

Por otra parte, la experiencia no es algo puntual: deja poso. Si vives un momento revelador, que te cambia la vida, los efectos de esa experiencia duran mucho tiempo, o te han marcado para siempre. Para los antiguos judíos, una experiencia como el Éxodo no era algo del pasado, sino del presente. En realidad, estaba fuera del tiempo, y continuamente se podía revivir. Por eso celebraban la Pascua cada año: era una forma de volver a experimentar la liberación del pueblo a manos de un Dios poderoso.

Verdad y hechos reales

En segundo lugar, hay que tener muy claro qué entendemos por “verdad”. La verdad es una palabra que tiene múltiples sentidos y también ha sido muy maltratada. Verdad puede significar realidad, pero también sinceridad, autenticidad, o algo tan sólido y firme que jamás cambia.

Otra cosa son los hechos, los sucesos, lo que pasa cada día y lo que decimos que es real, frente a lo inventado o imaginado. Pero verdad y hechos reales no son lo mismo, porque la verdad va mucho más allá de lo que está pasando aquí y ahora.

En clave religiosa y cristiana, la verdad siempre está asociada a Dios. Jesús lo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. La verdad, para nosotros, es Jesús. La verdad es su vida, la verdad es el amor de Dios que nos transmite. La verdad es la presencia divina que sostiene todo cuanto existe.

Ahora bien, ¿cómo explicar la verdad de Dios? Se puede hacer de muchas maneras. Los griegos, por ejemplo, se lanzaban a filosofar y a idear teorías. Usaban la razón y la argumentación lógica. Pero los pueblos orientales, como el judío, tenían otra forma de explicar la verdad: el relato. Un griego te soltaría un discurso filosófico. Un judío te contaría un cuento. Jesús utilizó este sistema: cuando quería hablar a la gente del reino de Dios, les contó muchas parábolas.

La parábola

Una parábola es un cuento: lo que explica no es un hecho real (aunque podría serlo). Pero lo que transmite, en realidad, es una verdad. Una parábola es como una almendra: el relato es la cáscara, la verdad que contiene es el fruto. Y esa verdad es innegable, está ahí, para ser descubierta tras el relato.

Por ejemplo, en la parábola del sembrador, ¿qué es la cáscara? Es la historia de un labrador que va esparciendo las semillas. Una típica escena de la vida rural. ¿Qué es la almendra, la verdad que hay dentro? La semilla es la palabra de Dios, y la manera en que la gente la recibe son las semillas caídas en el camino, entre rocas o en las zarzas, en tierra buena. Los que escuchaban el relato, si tenían la mente un poco avispada, podían hacer de inmediato la comparación.

Otro ejemplo: la parábola del hijo pródigo. Aquel padre y aquellos dos hermanos nunca existieron en la realidad. Pero Jesús explicó esa historia para mostrar a las gentes cómo es Dios: un padre bueno, y cómo somos los humanos. Podemos actuar como uno u otro hermano. Esta historia la inventó Jesús, pero la verdad que transmite es innegable y nunca cambia. Dios es así, como el padre de esta parábola. Siempre ama, siempre espera, siempre perdona, y quiere acoger a todos sus hijos, los que están cerca y los que están lejos. En su reino hay lugar para todos.

Una parábola es un cuento, que parte de la vida real, del mundo cotidiano, que todos conocen. Es un relato inventado, pero lo que sucede nos lleva a una verdad más profunda, un mensaje que nos habla de la realidad de Dios, de cómo es Dios y cómo actúa.

De esta manera, el relato, sin ser un hecho real, científico, comprobado, se convierte en un vehículo de la verdad. Esto sucede con muchos pasajes de la Biblia, incluidos los más famosos y conocidos.

Algunos relatos

Te invito a reflexionar sobre estos pasajes y a que investigues un poco:

-      Dios crea el mundo en siete días.

-      El Diluvio universal.

-      La Torre de Babel.

-      Las diez plagas de Egipto.

Ante estos relatos podemos preguntarnos:

-      ¿Qué dice el relato?

-      ¿En qué mito o leyendas está inspirado?

-      ¿Qué trasfondo histórico hay en él?

-      ¿Cuál es la verdad que nos quiere transmitir?

Ver vídeo en este enlace.

domingo, 16 de julio de 2023

Errores a evitar y consejos para leer la Biblia

Dicen que la Biblia es el libro más vendido del mundo... pero quizás el menos leído. Muchos de nosotros tenemos Biblias en casa. Pero apenas las abrimos. Y cuando lo hacemos, nos encontramos con textos, sobre todo los del Antiguo Testamento, que nos resultan difíciles de comprender. A veces demasiado duros, violentos, enigmáticos, alejados de nuestro tiempo y nuestra sensibilidad, escritos en un lenguaje que no nos llega.

¿Cómo podemos leer la Biblia hoy? Y, más concretamente, ¿cómo leer y comprender los textos del Antiguo Testamento?

Cuando nos acercamos a la Biblia, es importante saber quién la escribió, para quiénes, qué quería transmitir y de qué manera lo hizo. Sabiendo el propósito de sus autores, podemos extraer una lectura provechosa para nosotros, lectores de hoy.

Y hay algo muy claro, que en los libros de la Torá se reitera una y otra vez: el propósito de los autores bíblicos es que sus oyentes vivan una vida plena, en armonía con la voluntad de Dios. Y lo que Dios quiere es, ni más ni menos, que todo ser humano viva con dignidad, con plenitud y con alegría.

¿No es esto lo que todos deseamos, en el fondo, también hoy?

Hoy voy a darte algunos consejos para hacer de tu lectura bíblica algo provechoso.

Evita tres errores

Antes de abrir una Biblia, hemos de evitar tres errores:

  • La Biblia no es un libro de ciencia. No la uses para saber cómo se formó el universo o cómo evoluciona la naturaleza; no es ese su propósito.
  • La Biblia no es un libro de historia. Aunque contiene muchas historias y datos reales, tampoco hace historia como la entendemos hoy (sucesión cronológica y comprobada de datos, fechas, hechos y personajes). 
  • La Biblia no es un catecismo ni un libro de moral. Aunque, de nuevo, en ella hay un mensaje religioso y una ética, también refleja muchas situaciones y conductas humanas de todo tipo que no encajan con la educación que hayamos podido recibir.

Teniendo esto en cuenta, no vas a buscar en ella rigor científico ni precisión cronológica: hechos, datos y fechas; ni tampoco te vas a escandalizar cuando leas ciertos relatos.

Entiende la clave: una historia de amor

La Biblia es el hogar espiritual de un pueblo. Es la respuesta de una comunidad a un Dios que se comunica a través de sus profetas.

La clave para entenderla: Es la historia de amor de Dios con nosotros. En el Antiguo Testamento, esta historia se centra en el pueblo de Israel. En el Nuevo Testamento, se extiende a toda la humanidad.

El Antiguo Testamento es como el noviazgo de Dios con el ser humano. Es la primera parte, las raíces de la historia de la salvación. Hay un cortejo, una seducción, un enamoramiento con momentos de lejanía e infidelidad.

El Nuevo Testamento es la boda: Dios viene a desposarse con su amada. El novio es Jesús, la novia es la comunidad que lo recibe.

Y lo que viene después... la historia de la Iglesia, sería el matrimonio. Como vemos, es un matrimonio lleno de vicisitudes. Igual que el noviazgo, no está exento de rupturas, infidelidades y desamores. Pero el amor del Esposo perdura siempre, a lo largo de los siglos.

La Biblia es el relato de una experiencia. Por eso en ella hay historia, y hay mensajes morales, y hay también relatos de muerte, violencia y pecado. No debe escandalizarnos: los humanos somos así, trigo y cizaña mezclados, y Dios busca nuestra amistad, aceptando como somos, porque él nos ha creado, nos conoce y sabe de nuestra fragilidad.

Cuatro claves y cinco consejos

A la hora de leer la Biblia, hemos de hacernos cuatro preguntas, según los biblistas:

  • ¿Qué dice el texto?
  • ¿Cómo lo dice?
  • Su trasfondo histórico: quién lo escribió, cuándo, para quién y con qué intención.
  •  ¿Qué me dice hoy a mí?

Cinco consejos para leer la Biblia:

1.    Lee con ojos limpios, como si leyeras el texto por primera vez, sin prejuicios, con curiosidad e interés.

2.    Lee despacio, saboreando, imaginando, visualizando, sintiendo. Sumérgete en el relato o en el poema.

3.    Conoce el contexto histórico: estudia un poco, averigua qué pasaba cuando se escribió este libro y cómo debían recibirlo sus lectores.

4.    Mira con ojos antiguos: la mentalidad de antes era distinta, intenta ponerte en su lugar y verlo desde su perspectiva. Es un sano ejercicio mental.

5.    Relaciona lo que lees con otros pasajes bíblicos. ¡Todo tiene sentido!

La gran sinfonía

Finalmente, y para resumirlo en una imagen, la Biblia es como una gran sinfonía, una música grandiosa, formada por muchos instrumentos. Cada instrumento es diferente y toca su parte, incluso la melodía de un instrumento puede ser diferente a la de otro, o hacer contrapunto con ella. Por eso hay una diversidad tan grande en la Biblia. Pero el conjunto es armonioso y nos transmite un único mensaje.

Dios es el autor de la vida y de todo cuanto existe; Dios nos ama y Dios busca la amistad con su criatura humana. Dios se comunica y quiere hacerse oír: por eso el primer mandamiento de todo buen judío empieza con la palabra Escucha.

Escucha, Israel, el Señor es tu único Dios. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas (Dt 6, 4).

Existimos por amor y estamos llamados al amor. La Biblia nos revela esto.  ¡Es un mensaje lleno de vida y que jamás pierde actualidad! 

martes, 11 de julio de 2023

¿Cómo leer toda la Biblia? ¿En qué orden?

 ¡Se puede! En todo un año. O en menos tiempo.

Vayamos por pasos. Una Biblia católica tiene alrededor de 780 000 palabras. 

Si las dividimos entre los 365 días del año, salen 2136 palabras por día. Pongamos 2200.

Si un adulto promedio lee 200 palabras por minuto, necesitarás unos 12 minutos para leer esas 2200 palabras. Claro que depende de tu velocidad y de tu estado de ánimo y concentración, pero si estás despierto y con ganas, no te llevará mucho más.

Redondéalos: dedica ¡tan sólo 15 minutos al día! a leer la Biblia, cada día del año. Al finalizar el año, la habrás completado. (Si lees media hora, en medio año terminarás.)

Otra forma puede ser contando páginas y dividiéndolas entre los 365 días del año. Si tu Biblia tiene 1800 páginas, bastará que leas 5 al día.

¿En qué orden?

Hay muchas propuestas, por la Red encontrarás variedad; todas son válidas. Pero la Biblia fue editada con una intención y con unos criterios por sus autores. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento siguen un orden, y no es porque sí.

Mi propuesta es que sigas el orden. ¿Por qué? Porque tiene coherencia. Y porque no entenderás algunos comentarios o alusiones a hechos anteriores si no has leído lo que viene “antes”.

El Nuevo Testamento, por ejemplo, no se podría entender sin el Antiguo. Hay infinidad de citas, alusiones y paráfrasis de profetas, salmos y autores antiguos.

Comprendo que para muchas personas el Antiguo Testamento es “duro” y difícil de entender. Esto también es un cliché que se nos ha inculcado. Es cierto que no podemos leerlo sin tener en cuenta que son escritos muy antiguos, nacidos en una cultura y un contexto diferente al nuestro de hoy. Pero los temas de fondo que aborda la Biblia son imperecederos y humanos: tienen tanta validez hoy como en el tiempo en que fueron escritos.

Algunas ayudas

Te puede ayudar:

-      las notas a pie de página y las introducciones a la Biblia.

-      un curso de Biblia.

-      preguntar y consultar a un sacerdote con formación bíblica.

-      buscar recursos en librerías religiosas: hay buenos libros que ayudan a entender la Biblia.

-      Internet: consulta páginas serias (teólogos, instituciones educativas, páginas oficiales de la Iglesia o de facultades de teología, incluso no católicas, siempre que ofrezcan rigor académico y no posiciones fanáticas). 

Cuidado, porque puedes perderte un poco y puede haber información poco rigurosa. También tienes que tener en cuenta el sesgo, confesión o tendencia de quien ofrece la información. Algunos criterios para saber si la fuente que consultas es de fiar son: corrección gramatical y ortográfica, buena redacción y cita de fuentes varias.


Si no quieres seguir el orden...

Algunos sacerdotes sugieren empezar con libros más digeribles y cercanos. Esta es otra propuesta:

1.     Comienza con el Nuevo Testamento: los evangelios, las cartas de Pablo y de los otros apóstoles. Los Hechos.

2.     Sigue con los Sapienciales del Antiguo Testamento: Sabiduría, Sirácida, Proverbios, Job, Qohélet.

3.     Sigue con los relatos ejemplares: Rut, Esther, Judit, Tobit, Jonás.

4.     Paralelamente puedes leer los salmos: uno al día. En un año los habrás leído todos dos veces.

5.     Emprende la lectura del Pentateuco o Torá (los cinco primeros libros): Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. (Trampa: sáltate lo que quieras del Levítico, aunque es interesante conocer las leyes de Israel para comprender muchos aspectos de la vida social y religiosa de los judíos).

6.     Sigue con la lectura de los libros históricos: Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Son de lo más entretenido, todo un serial.

7.     Sigue con los Profetas, tal como vienen ordenados. Lee con atención, porque te vas a sorprender. Disfruta cada verso, interioriza y pregúntate cómo te resuenan y qué te pueden decir hoy.

8.     Continúa con los libros históricos de Esdras y Nehemías y estos deuterocanónicos: Crónicas y Macabeos.

9.     Acaba con el Apocalipsis, el último libro de la Biblia. A estas alturas, te resultará mucho más comprensible y encontrarás en él ecos de toda la Escritura.

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