domingo, 23 de julio de 2023

La Biblia, verdad y hechos

Hago esta reflexión como respuesta al comentario de una suscriptora del canal. Es un tema que causa mucha confusión e inquietud a las personas que se ponen a leer y estudiar la Biblia, y a no pocos creyentes.

¿Todo lo que dice la Biblia es verdad? Cuando un teólogo, un biblista experto o un profesor nos dice que la Biblia cuenta muchas cosas que “no son verdad”, o que son cuentos, metáforas, fábulas, ¿qué hemos de pensar? ¿Es falso, entonces? ¿Cómo puede la palabra de Dios contener mentiras?

Y esto es motivo de escándalo y ofuscación.

Pero vayamos por partes.

Historia vs. experiencia

En primer lugar, ya dije que para leer la Biblia hay que meterse en la mentalidad antigua. Y una de las cosas que hemos de aprender es que los antiguos no concebían la historia como nosotros. Para nosotros, hoy, la historia son fechas, datos y personajes. Hechos concretos, reales, que han sido registrados en alguna crónica o libro de historia. Que podemos comprobar con la investigación y la arqueología. Esta idea de la historia es moderna y muy racional, y está bien. Pero no es la que tenían los antiguos.

Para los antiguos, y en especial para el pueblo de Israel, la historia era una experiencia. No importaba tanto las fechas y los datos exactos, sino el impacto que los hechos habían tenido en una comunidad. Y si para explicar esto tenían que usar imágenes, símbolos o relatos un poco exagerados o míticos, lo hacían.

Por otra parte, la experiencia no es algo puntual: deja poso. Si vives un momento revelador, que te cambia la vida, los efectos de esa experiencia duran mucho tiempo, o te han marcado para siempre. Para los antiguos judíos, una experiencia como el Éxodo no era algo del pasado, sino del presente. En realidad, estaba fuera del tiempo, y continuamente se podía revivir. Por eso celebraban la Pascua cada año: era una forma de volver a experimentar la liberación del pueblo a manos de un Dios poderoso.

Verdad y hechos reales

En segundo lugar, hay que tener muy claro qué entendemos por “verdad”. La verdad es una palabra que tiene múltiples sentidos y también ha sido muy maltratada. Verdad puede significar realidad, pero también sinceridad, autenticidad, o algo tan sólido y firme que jamás cambia.

Otra cosa son los hechos, los sucesos, lo que pasa cada día y lo que decimos que es real, frente a lo inventado o imaginado. Pero verdad y hechos reales no son lo mismo, porque la verdad va mucho más allá de lo que está pasando aquí y ahora.

En clave religiosa y cristiana, la verdad siempre está asociada a Dios. Jesús lo dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. La verdad, para nosotros, es Jesús. La verdad es su vida, la verdad es el amor de Dios que nos transmite. La verdad es la presencia divina que sostiene todo cuanto existe.

Ahora bien, ¿cómo explicar la verdad de Dios? Se puede hacer de muchas maneras. Los griegos, por ejemplo, se lanzaban a filosofar y a idear teorías. Usaban la razón y la argumentación lógica. Pero los pueblos orientales, como el judío, tenían otra forma de explicar la verdad: el relato. Un griego te soltaría un discurso filosófico. Un judío te contaría un cuento. Jesús utilizó este sistema: cuando quería hablar a la gente del reino de Dios, les contó muchas parábolas.

La parábola

Una parábola es un cuento: lo que explica no es un hecho real (aunque podría serlo). Pero lo que transmite, en realidad, es una verdad. Una parábola es como una almendra: el relato es la cáscara, la verdad que contiene es el fruto. Y esa verdad es innegable, está ahí, para ser descubierta tras el relato.

Por ejemplo, en la parábola del sembrador, ¿qué es la cáscara? Es la historia de un labrador que va esparciendo las semillas. Una típica escena de la vida rural. ¿Qué es la almendra, la verdad que hay dentro? La semilla es la palabra de Dios, y la manera en que la gente la recibe son las semillas caídas en el camino, entre rocas o en las zarzas, en tierra buena. Los que escuchaban el relato, si tenían la mente un poco avispada, podían hacer de inmediato la comparación.

Otro ejemplo: la parábola del hijo pródigo. Aquel padre y aquellos dos hermanos nunca existieron en la realidad. Pero Jesús explicó esa historia para mostrar a las gentes cómo es Dios: un padre bueno, y cómo somos los humanos. Podemos actuar como uno u otro hermano. Esta historia la inventó Jesús, pero la verdad que transmite es innegable y nunca cambia. Dios es así, como el padre de esta parábola. Siempre ama, siempre espera, siempre perdona, y quiere acoger a todos sus hijos, los que están cerca y los que están lejos. En su reino hay lugar para todos.

Una parábola es un cuento, que parte de la vida real, del mundo cotidiano, que todos conocen. Es un relato inventado, pero lo que sucede nos lleva a una verdad más profunda, un mensaje que nos habla de la realidad de Dios, de cómo es Dios y cómo actúa.

De esta manera, el relato, sin ser un hecho real, científico, comprobado, se convierte en un vehículo de la verdad. Esto sucede con muchos pasajes de la Biblia, incluidos los más famosos y conocidos.

Algunos relatos

Te invito a reflexionar sobre estos pasajes y a que investigues un poco:

-      Dios crea el mundo en siete días.

-      El Diluvio universal.

-      La Torre de Babel.

-      Las diez plagas de Egipto.

Ante estos relatos podemos preguntarnos:

-      ¿Qué dice el relato?

-      ¿En qué mito o leyendas está inspirado?

-      ¿Qué trasfondo histórico hay en él?

-      ¿Cuál es la verdad que nos quiere transmitir?

Ver vídeo en este enlace.

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