¿Cómo se forma una biblioteca de... 73 volúmenes selectos? Hoy veremos cómo se compuso la Biblia.
En primer lugar, hay que saber que la Biblia no se escribió
de un tirón ni en poco tiempo: el proceso de formación duró siglos. Los
estudiosos afirman que entre los textos más antiguos y los últimos en
incorporarse pasaron más o menos mil años. En ese proceso hubo
reescrituras, adaptaciones, correcciones y retoques.
En segundo lugar, hablamos de múltiples autores.
Detrás de los textos bíblicos hay muchas manos. Aunque hay libros que se
atribuyen a un autor concreto, como Moisés, David o Salomón, en la mayoría de
casos la escritura se debe a una escuela de sacerdotes, profetas o escribas. Y
aunque hubiera un único redactor inicial, el texto se fue copiando y retocando
a lo largo del tiempo. Salvo excepciones contadas, los libros de la Biblia son
una obra colectiva.
Finalmente, cuando la Biblia llega a su versión canónica,
tanto la judía como la cristiana, ha habido un minucioso trabajo de
recopilación y edición. Entre todos los textos disponibles, los editores
finales seleccionaron, adaptaron, corrigieron y retocaron lo que les pareció
oportuno. Con la finalidad, por supuesto, de entregar a los lectores un texto
lo más esmerado posible y que transmitiera mejor el mensaje que se quería dar.
Por tanto, en el proceso de formación de la biblia tenemos:
- muchos siglos: un milenio de trabajo,
- muchos autores: de diferentes escuelas y épocas,
- y un gran trabajo de edición.
Otro factor a tener en cuenta es este: los libros de la
Biblia siguen un orden literario y pedagógico para componer un texto
coherente. Pero el orden en que están colocados los libros no es de más antiguo
a más reciente. Por ejemplo, el primer capítulo del Génesis es uno de los últimos
pasajes en ser escrito; pero la historia que relata nos sitúa en los inicios de
la humanidad. Una cosa es la cronología de los hechos y otra la antigüedad de
los textos.
Orden de antigüedad no es el orden en que vienen los libros.
Veamos ahora los diversos libros de la Biblia por orden de
antigüedad.
Antiguo Testamento
Cantares épicos
Comencemos por el AT. Nos situamos en los siglos XII y XI
a.C. Los libros más antiguos son los cantares épicos, que vienen de la
tradición oral: poemas cantados que el pueblo escuchaba con gusto, sobre las
hazañas de sus héroes. Se transmitían de padres a hijos. Son relatos legendarios
de la época de las tribus, en Canaán. Están insertados en diversos libros. Por
ejemplo, el cántico del pozo, en Génesis; el cántico del mar, en el Éxodo,
cuando los israelitas cantan con júbilo porque se han librado de los egipcios
tras pasar el Mar Rojo; el cántico de Miriam; el cántico de Débora en Jueces 6;
el cántico de duelo por la muerte de Saúl y Jonatán, en 2 Samuel 1, 19-27.
Relatos de la monarquía
Ya en el siglo X a.C. encontramos que se recogen en las
crónicas reales las historias heroicas de los jueces y las de Saúl y David. La
llamada crónica real o historia de la corte de David posiblemente es de esta
época. También en este periodo monárquico se comienzan a recopilar los primeros
salmos y colecciones de leyes. Algunos estudiosos han llamado a los cronistas
de esta época la “fuente J” o “yahvista” porque a Dios se lo designa con el
nombre Yahvé. Cuando el reino se divide entre Israel y Judá, en el reino del
norte, Israel, aparece la llamada “fuente E”, porque a Dios se le llama Elohim.
Se trataba de una escuela profética muy crítica contra la monarquía.
La fuente D: la escuela del Deuteronomio
Estamos entre los siglos VIII y VII. El reino del norte
brilla y sucumbe ante los asirios. El profetismo florece: Amós y Oseas en el
norte; Isaías, Miqueas, Nahúm y Sofonías en el sur. La escuela deuteronómica
está formada por un grupo de sacerdotes y profetas que claman fuertemente por
una vuelta a la alianza con Dios: contra la idolatría y la injusticia social.
Esta escuela recoge material de las crónicas reales y los
antiguos relatos y compone la llamada historia deuteronómica: su obra final es
una primera versión de la Torá, los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
La escuela sacerdotal y el exilio
En el siglo VI Judá cae bajo los babilonios y las élites
judías son exiliadas en Babilonia. Allí florece la llamada escuela sacerdotal,
con sacerdotes y escribas desterrados y figuras como el profeta Ezequiel. La
escuela sacerdotal recopila la historia del pueblo, edita todo lo escrito antes
y compone una obra coherente con un mensaje: Dios pacta una alianza con su
pueblo; el pueblo cae en la infidelidad y es castigado duramente con la
conquista; pero Dios se apiada de su pueblo y lo hará renacer de sus cenizas si
vuelve a ser fiel y recupera su amor y su confianza. Mediante el amor, la
escucha y la obediencia, sin necesidad de rey ni territorio, el pueblo elegido
puede seguir existiendo. Su patria será la Torá, la Palabra de Dios entregada a
su pueblo.
La escuela sacerdotal es responsable final de la redacción de la Torá y los libros históricos, así como de los profetas del exilio y el post-exilio. Fueron sacerdotes de esta escuela quienes compusieron el solemne himno inicial del Génesis.
La restauración y el Segundo Templo
En el 438 a.C. muchos judíos exiliados pueden regresar a
Judea y a Jerusalén. Estamos ya bajo el Imperio persa, tolerante con la cultura
y la religión de los pueblos sometidos. Se reconstruye el templo, se
reestablece el culto y figuras como Esdras, Nehemías, Zorobabel y el sacerdote
Josué contribuyen a reforzar la identidad judía en la comunidad del
post-exilio. La escuela sacerdotal de este tiempo recoge los escritos de Esdras
y Nehemías, así como los de los profetas del post-exilio: Ageo, Joel, Zacarías
y Malaquías. También en esta época se terminan de recopilar y se componen los
últimos salmos, para el culto del Templo.
Llegamos al siglo IV a.C. y se puede decir que en esta época
el grueso de la Biblia hebrea ya está compuesto y ordenado en sus tres partes
fundamentales: la Ley, los Profetas y los Escritos. En hebreo: Torá, Nevi’im y Ketuvim, o
TANAK.
Dicho esto, recordemos que todos los textos de esta época eran manuscritos, redactados a mano sobre rollos de papiro. Como el papiro se deteriora, con el paso del tiempo se iban copiando nuevas ediciones. Y sabido es que la copia a mano nunca es exacta: los escribas podían equivocarse, o cambiar palabras, sin querer o adrede. Muchos cambios, retoques e incluso añadidos eran deliberados para adaptar mejor el texto y hacerlo más comprensible y claro a sus lectores.
La Biblia griega o Septuaginta
En el siglo III Judea y el territorio del antiguo Israel
forma parte de los poderosos reinos helenísticos, el legado del imperio de
Alejandro Magno. En esta época se traduce la Biblia hebrea al griego. La
leyenda cuenta que la mandó traducir el rey Ptolomeo II para la biblioteca de
Alejandría. Pero posiblemente fue iniciativa de los judíos de la diáspora. En
Egipto vivían varias comunidades judías, la más importante en Alejandría. Era
un grupo numeroso y culto. Estos escribas tradujeron las Sagradas Escrituras al
griego y añadieron los libros llamados deuterocanónicos, que no formaban parte
de la Biblia hebrea: Judit, Tobit, Sirácida, Macabeos I y II y Sabiduría.
Hemos llegado al siglo I, la época en que Jesús nació. Tenemos
dos Biblias, la hebrea y la griega, que veneran y utilizan los judíos de todo
el mundo conocido.
Tras la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores comienzan a recopilar sus enseñanzas y colecciones de dichos y milagros. Pablo y otros apóstoles escriben sus epístolas... ¡Comienza el Nuevo Testamento! Pero todo esto es ya otra historia, que contaremos en otra ocasión.