Este texto trata un episodio delicado de la historia de Abraham: la expulsión
de la esclava Agar por parte de Sara. Se trat de mi “examen final” del
curso sobre Biblia de la Universidad de Yale, que seguí por Internet y que, por
supuesto, jamás presenté, ya que los seguidores de estos cursos por la Red no
tienen posibilidad de contactar con los profesores ni de interactuar con los
grupos de alumnos. Son material a libre disposición del público pero sin
efectos académicos.
El examen presentaba un fragmento bíblico y consistía en tres ejercicios: primero, dar una interpretación personal del mismo; segundo, comentar una interpretación cristiana del texto y tercero, comentar una interpretación judía del mismo. La multiplicidad de lecturas que admite nos muestra la riqueza del texto bíblico.
El texto: Sara expulsa a Agar
Sara vio que el hijo que la
egipcia Agar había concebido a Abraham jugaba con su hijo Isaac, y dijo a
Abraham: «Echa a esta criada y a su hijo, porque el hijo de esta sirvienta no
ha de ser heredero con mi hijo Isaac». Esto disgustó mucho a Abraham, a causa
de su hijo. Pero Dios le dijo: «No te sepa mal por tu hijo ni por tu criada.
Haz lo que te dice Sara, porque será de Isaac de quien saldrá la descendencia
que perpetúe tu nombre. Pero del hijo de tu criada también haré un gran pueblo,
porque es de tu linaje». Abraham se levantó de buena mañana, tomó pan y un odre
de agua, se lo dio a Agar, le puso el niño a sus espaldas y la despidió. Ella
se fue y erraba por el desierto de Bersheva. Cuando se le agotó el agua del
odre, dejó al niño bajo un matorral y se sentó lejos, a una distancia de un
tiro de arco, diciéndose: «No quiero ver morir al niño». Se sentó, pues, y el
niño se puso a gritar y a llorar. Génesis
21, 1-16.
Interpretación personal
Cuando no esperaba tener hijos, Sara finalmente concibe y da
a luz a un niño. Es el cumplimiento de una promesa de Dios, pero también el fin
de un largo y frustrado deseo maternal. Sara exclama: ¡Dios me ha hecho reír!
Así es, la hizo reír cuando su enviado le prometió que engendraría un niño. Fue
una risa amarga e irónica. Pero ahora ríe con gozo. La primera fue una risa de
incredulidad, ahora ríe con alborozo y sorpresa. ¡La promesa está cumplida!
El nombre Isaac
comparte raíz con la palabra que, en hebreo, designa la risa. La historia de
Abraham, Sara y su hijo está llena de ironías y giros insospechados. Dios hace
una promesa, pero una serie de obstáculos paracen hacer imposible su
cumplimiento. Pero, como vemos, Dios muestra una buena dosis de humor a la hora
de resolver las dificultades. Sara así lo percibe.
Cuando el niño de la promesa nace, otro problema emerge.
Agar, la esclava de Sara, ya tiene un hijo, el primer nacido de Abraham. Como
Abraham no creía que Sara le daría un hijo, concibió a Ismael de su sirvienta
Agar, una mujer egipcia.
Y ahora nos encontramos ante una disputa familiar: Abraham
ama a sus dos hijos. A ambos. Agar
estaba orgullosa por ser fértil, se vanagloriaba de ello y esto enfurecía a
Sara, que odiaba a su criada. Pero ahora Sara es madre de un hijo legítimo de
Abraham, y no quiere a Ismael.
Quizás lo que dispara su enfado es ver a ambos niños jugando
juntos. Es de notar que, siendo Abraham el padre y el que les da nombre y
posición, Sara hable desde la perspectiva materna: dice su hijo y mi hijo, como
enfatizando la confrontación entre ambas mujeres.
La dureza de Sara llama la atención. Abraham, por el
contrario, está triste, porque ama a Ismael. Pero el niño de Agar se convierte
en el enemigo de Sara por, al menos, tres razones:
―Le recuerda su previa esterilidad y la arrogancia de su
madre Agar.
―Agar es una egipcia, una mujer del país donde Sara fue
vendida al faraón para convertirse en una más de su harén. ¿Puede haber aquí un
recuerdo de la sumisión y la esclavitud del pueblo?
―Ismael, como primogénito, amenaza la primacía de Isaac, el
hijo legítimo. La sangre de Sara está amenazada por este hijo de una
extranjera.
Es curioso que, en una sociedad patriarcal, la voluntad de
la mujer prevalezca. Abraham acata el deseo de su esposa y expulsa a Agar y a
su hijo.
Para un lector moderno la crueldad de Sara puede ser
chocante. Tendemos a simpatizar con la humanidad de Abraham y su ternura,
viendo cómo Ismael juega con su pequeño hermano ―podemos imaginar una escena
conmovedora de los dos niños, y la madre celosa espiando desde la sombra de la
tienda―. También empatizamos con el infortunio de Agar. Pero, ¿qué ocurre aquí?
¿Por qué Abraham secunda el deseo de Sara?
Dos lecturas entrelazadas
Podemos leer este pasaje al menos a dos niveles: el humano y el teológico. Estos dos niveles están
entrelazados. Los caracteres se mueven entre las dos capas, y sus palabras y
hechos tienen a menudo un doble significado.
Abraham toma la petición de Sara como un mensaje de Dios.
Habla con Dios sobre su conflicto familiar y Dios le dije que escuche a Sara,
consolándolo: «También haré de Ismael padre de un gran pueblo». Isaac es el
hijo de la promesa, y Sara, aquí, no solo está manifestando celos maternales
por él, sino que se convierte en un instrumento para el propósito divino.
Como de costumbre, Dios
saca algo bueno de un error. Ya que Ismael fue el primer concebido, lo hará
funddor de un gran pueblo. Así el autor bíblico explica el origen de los
ismaelitas. Aunque la decisión de expulsar a Agar es cruel, Dios se compadece
de ella: no perecerá, y su hijo, que lleva la sangre de Abraham, sobrevivirá y
sus descendientes también perpetuarán su nombre.
Así, podemos ver que la
interacción entre el hombre y Dios está llena de giros, malentendidos y
reparaciones. Cuando el hombre quiere «ayudar» a que se cumplan las promesas de
Dios, a veces logra el efecto contrario. Intentando resolver el problema del a
infertilidad de Sara, Abraham crea un nuevo problema para su familia… ¡y para
los planes de Dios! Está interfiriendo con él. Vemos aquí el retrato de un
hombre que confía en Dios, pero quizás no del todo, pues siente que tiene que
hacer algo más que esperar. Abraham es impaciente, ¡tan humano! Pero,
finalmente, Dios también consigue sus metas.
Las peleas entre
mujeres de la misma familia son típicas en las historias patriarcales.
Siempre hay un choque entre la amada, que es bella, pero estéril, y la
no-tan-amada, no tan bella, pero fértil. Esto ocurre con Sara y Agar, y también
sucederá con las esposas de su nieto Jacob, Lía y Raquel. ¿Qué significan estos
conflictos, aparte de proporcionar un fabuloso elemento dramático? Quizás aquí
podemos encontrar otro toque del humor de Dios, ironía y un curioso sentido de
la justicia o la recompensa: la beldad favorecida está afligida con
esterilidad, mientras que la fea, la no amada, es bendecida con un vientre
fértil y disfruta de los gozos de la maternidad.
La pureza de sangre
Hay otro aspecto a considerar en este relato: la pureza
étnica. Para el lector israelita de antaño, la sangre y el linaje son
importantes. Isaac es el hijo legítimo, el sucesor de su padre, y además es
hijo de una esposa, una mujer libre, no de una extranjera y esclava.
Otro punto interesante: Agar es extranjera y esclava a la
vez. Es una egipcia. Desde el punto de vista hebreo, encontramos aquí una
vuelta al revés de la historia del Éxodo: los egipcios esclavizaron a los
israelitas durante un tiempo. Ahora, en este relato, la mujer egipcia es la esclava
y la expulsada. Podemos leer entre líneas algo así como una revancha contra
aquel país, enemigo de Israel. También podemos ver la oposición a la mezcla
racial que se dio en algunos grupos judíos. La tendencia a ir contra el
matrimonio mixto podría atisbarse en estas líneas.
Así, encontramos el factor psicológico mezclado con el
religioso. El relato es interesante desde un punto de vista puramente humano,
pero también tiene un significado desde un punto de vista religioso y político.
Los caracteres son complejos, humanos, dibujados con pinceladas muy sobrias,
con pocas palabras y diálogos breves y precisos. Sus intrigas y disputas
familiares son tan universales y verosímiles que fascinan a cualquier lector.
Al mismo tiempo, desde una perspectiva israelita, aportan un mensaje
trascendente sobre los orígenes y el destino de un pueblo que se siente elegido
por Dios y heredero de una promesa. Esta fusión entre lo divino y lo humano,
conseguida mediante una historia concisa, aparentemente sencilla y bien planeada,
es lo que hace de este midrash un
clásico de la literatura en cualquier época.
Ahora veremos dos interpretaciones de este mismo texto, la
judía del Talmud y la cristiana según San Pablo. Nos sorprenderá ver a qué
distintas conclusiones llegan y cuán diversas lecturas admite una misma
historia. Esto es una muestra más de la sutil complejidad, la hondura y la
riqueza del relato.
La interpretación cristiana
Decidme vosotros, que os queréis
someter a la Ley, ¿no escucháis la Ley? Porque está escrito que Abraham tuvo
dos hijos, uno de la esclava y otro de la mujer libre; pero el de la esclava
nació según la carne; el de la libre, en virtud de la promesa. Son cosas que
hay que entender alegóricamente. Estas dos mujeres, en efecto, representan dos
alianzas; la una, que viene de la montaña del Sinaí y que engendra para la
esclavitud, es Agar ―el Sinaí, en efecto, es una montaña situada en Arabia―, y
corresponde a la Jerusalén actual que, de hecho, es esclava con sus hijos. La
Jerusalén celestial, en cambio, es libre y es nuestra madre, porque está
escrito: Alégrate, estéril, tú que no
engendras; estalla en gozo y exulta, tú que no conoces los dolores del parto,
que serán más numerosos los hijos de la abandonada que los de aquella que tiene
marido. Por tanto, vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos en virtud de
la promesa. Gálatas 4, 21-28.
San Pablo ve este episodio como una alegoría y también como una
base para su argumento. Son cosas que hay
que entender alegóricamente. Agar y Sara, para Pablo, representan dos alianzas:
una de esclavitud y otra de libertad.
Libertad y ley
Libertad y ley son dos temas cruciales en Pablo. Procedente
de la casta farisea en su juventud, conoce bien el rigor de la Ley judía y las
prescripciones cúlticas. Ahora, cristiano convertido, Pablo se centra en la
libertad que la nueva religión ofrece a sus seguidores. Todas las leyes
antiguas, como Cristo afirmó, se resumen en un solo mandamiento: amaos los unos
a los otros como yo os he amado. Por tanto, los creyentes no están vinculados a
la estricta observancia de la ley judía, sino a esta nueva relación basada en
el amor y la fraternidad.
Pablo chocó a menudo con sus viejos colegas. Entre los
nuevos cristianos debía haber un buen número de judíos convertidos, que de
alguna manera querían conservar sus tradiciones y pretendían que los gentiles
también las observaran. Esto causó conflictos en las primitivas comunidades
cristianas. Pablo, como buen estudioso de la Escritura, utiliza los textos
bíblicos para fundamentar sus argumentos contra los judíos y defender la nueva
fe de los cristianos.
De la historia de Abraham y sus mujeres Pablo quiere hacer
hincapié en la dicotomía libertad-esclavitud y cuerpo-espíritu. Agar representa
la actitud del esclavo, tanto física como espiritual. Pablo dice que su hijo
Ismael está concebido de la carne ―el cuerpo―. Sara representa la libertad, es
una mujer libre y su niño es el hijo de la promesa. Está concebido del espíritu.
El dualismo de Pablo se hace presente aquí: el cuerpo es una
cadena, una prisión del alma, una fuerza que provoca al hombre a pecar; el
espíritu significa libertad y bondad. La ley judía queda asociada al cuerpo y a
la esclavitud; el amor cristiano lo asocia al espíritu y a la libertad. Pablo
estaba fuertemente influenciado por el pensamiento helenístico ―platonismo―
pero también por la fe israelita. Su teología es una síntesis de ambas
corrientes.
El pueblo de Dios
Pero Pablo no solo compara las dos mujeres bíblicas con dos
actitudes morales. También representan dos visiones de lo que significa ser
«pueblo de Dios».
Ataca el orgullo de su gente utilizando el texto bíblico. La
actual Jerusalén, la ciudad, el monte Sinaí, lugares sagrados, son llamados
lugares de esclavitud ―y lo eran, bajo el poder romano―. Esto, para un judío
contemporáneo, era ofensivo y heridor. En cambio, la Jerusalén celestial ―que
podemos identificar con el Reino de Dios― es libre. Pablo lee los textos
antiguos como profecías que apuntan a Jesucristo como el que lleva a plenitud
las promesas de Dios. La promesa hecha a Abraham ha sido alcanzada. Los
cristianos son los nuevos hijos de la promesa, porque son libres y pueden
extenderse y multiplicarse por el mundo. La promesa no está limitada a una sola
nación, ni vinculada a un lugar o a una ciudad: los hijos de la promesa serán
todos aquellos que crean en Cristo, todos los que se libren de la vieja Ley
para abrazar la nueva fe. La idea de una estirpe elegida, marcada por la
sangre, es sustituida por la de una nueva estirpe, basada no en la sangre, sino
en el espíritu. Por tanto, el pueblo de Dios ya no es un grupo étnico, formado
por todos los judíos, sino la nueva familia espiritual formada por todos los
cristianos.
En este sentido, Pablo se aproxima a algunos profetas y a
las posiciones de algunos autores bíblicos, tolerantes ante los extranjeros y
abiertos a las demás naciones.
La interpretación judía
La tradición rabínica, como veremos, da una lectura
totalmente distinta del texto, en apoyo a su propia fe y cultura. Esta es la
lectura del Genesis Rabba, LIII, 11:
R. Simeon b. Yohay decía: R.
Akiba solía inerpretar esto como una vergüenza [para Ismael]. Así, R. Akiba
leía: Y Sara vio al hijo de Agar, la
egipcia, que había concebido de Abraham, haciendo deporte. Hacer deporte
[jugar] no se refiere a otra cosa que a una inmoralidad, como en el verso El
siervo hebreo, a quien has traído entre nosotros, se ha acercado para jugar
conmigo (Gén. 39, 17). Así, nos
enseña que Sara vio a Ismael acosando a las doncellas, seduciendo a mujeres
casadas y deshonrándolos. R. Ismael enseña: El término jugar [o deporte] se refiere a idolatría,
como en el verso Y se levantaron para divertirse
(Éxodo, 32, 6). Esto nos enseña que Sara vio a Ismael construyendo altares,
cazando langostas y sacrificándolas. R. Eleazar dice: el término deporte se refiere al derramamiento de sangre, como en el
verso Dejad a los jóvenes, os lo ruego,
que se levanten y se ejerciten ante nosotros (2 Sam 2, 14). R. Azarías dice
en nombre de R. Levi: Ismael dijo a Isaac: Vamos a medirnos en el campo.
Entonces Ismael tomó un arco y flechas y las disparó hacia Isaac, pretendiendo
que era un juego. Así está escrito, Como
un loco que arroja ramas ardiendo, flechas y muerte, así es el hombre que
engaña a su vecino y dice: ¡es todo broma! Pero yo digo: este término,
deporte [juego, broma] se refiere a la herencia.
Porque cuando nuestro padre Isaac nació todos se alegraron, y entonces Ismael
les dijo: Soys unos locos, yo soy el primogénito y recibiré una doble ración.
De aquí se puede inferir la protesta de Sara ante Abraham: El hijo de esta mujer no será heredero con mi hijo, con Isaac.
Tres lecturas distintas, un mismo fondo
El Génesis Rabba nos da tres interpretaciones a cargo de
tres rabinos. Las tres distintas, pero todas con un fondo común. Vemos aquí
esta tradición de la disputa teológica, el debate y el juego de palabras tan
propia de la cultura judía. Una sola palabra, un verbo, que nosotros traducimos
por jugar o divertirse, puede tener varios sentidos según el contexto, y cada
rabino le da su explicación.
El rabino Akiva sostiene
que por jugar hay que entender algún
acto inmoral, de índole sexual. De alguna manera, el jovencito Ismael está pervirtiendo
al niño Isaac, y su madre no va a tolerarlo.
El rabino Ismael, en
cambio, dice que jugar es dedicarse a ritos y cultos idolátricos,
burlándose de Dios y coqueteando con otras deidades extranjeras. Así que el
disgusto de Sara toma un cariz más religioso y étnico: no va a permitir que
Ismael desvíe a Isaac de sus creencias.
El rabino Azarías, en cambio, interpreta este juego como una
competición con armas. Un juego de guerra en el que Ismael, mayor y más hábil,
toma un arco y amenaza la vida de su hermano, como si fuera en broma… De ahí la
alarma de Sara, que quiere echar de inmediato al hijo espúreo con instintos
fratricidas.
En cualquier caso, la reacción de Sara está justificada. No
pide a Abraham que eche a la esclava Agar y a Ismael por puros celos, o por
crueldad, sino porque ve amenazada la integridad de su hijo Isaac, la pureza de
su fe y el futuro de su estirpe.
Se pueden leer estas interpretaciones en el contexto de un
pueblo en el exilio o en la diáspora: sin tierra y sin otro signo identitario
que su fe y el linaje familiar, los israelitas dispersos debían luchar por
conservar su identidad y por sobrevivir en un medio a veces hostil. De ahí que
la interferencia de sangre extranjera y de prácticas religiosas de otros
pueblos sea una amenaza. La esclava Agar, Ismael y sus juegos representan esas
otras culturas que rodeaban al pueblo de Israel, y que podían absorberlo y
hacerlo desaparecer del mapa. El texto puede representar la mentalidad de un
grupo israelita bien dispuesto a conservar su memoria y su identidad, pese a
estar desposeído del territorio. El hecho de que Agar sea esclava resalta aún
más la vocación de libertad a la que está llamado el pueblo elegido. Con tierra
o sin tierra, un israelita no ha nacido para ser esclavo.
Es interesante que en el relato Abraham sea más tolerante
―se entristece ante la necesidad de expulsar a Ismael― y que sea Sara, la
mujer, la acérrima defensora de su linaje y su tradición. Siendo la judía una
cultura patriarcal, aquí vemos a la mujer como pilar y soporte del núcleo
familiar y de la transmisión de los valores, mientras que el varón parece
contemporizar más. Puede reflejar una situación habitual entre los clanes
hebreos en el exilio. En cualquier cultura, finalmente, son las mujeres las que
siempre han conservado y transmitido las tradiciones más arraigadas, en
especial las religiosas.
Me encanta tu forma de escribir, con mucho conocimiento y tu interpretación de estos temas es muy profunda. Muchas felicidades.
ResponderEliminarGracias, Yolanda, por tu visita y comentario.
ResponderEliminarMe gusto los puntos de vista que le dio y lo felicito!!
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