La Iglesia de Jerusalén sufre persecución. Santiago muere a espada y Pedro es encarcelado en la Semana de los Ácimos. Tras la Pascua, le espera la muerte, como le sucedió a Jesús de Nazaret, su maestro. Pero un ángel lo libera y Pedro sale. La liberación de Pedro no sólo es física, sino espiritual. Tiene una dimensión política y religiosa: se ha liberado de Herodes y de las autoridades judías. Pero también de la vieja Ley y las ataduras de una religión encastillada en sus normas. Pedro abandona Jerusalén y con él la Iglesia da un paso más para abrirse al ancho mundo. La misión espera en tierra de gentiles.
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