Quienes habéis seguido mis clases sobre el Libro de los Hechos me habéis oído hablar del códice Beza en varias ocasiones. En los últimos años he tenido la oportunidad de seguir unos cursos con dos de los biblistas más destacados y pioneros en el estudio de este códice. Me siento privilegiada de haberlos podido conocer y seguir sus clases. Son el teólogo catalán Josep Rius-Camps y la lingüista inglesa Jenny Read-Heimerdinger. Ambos son dos investigadores punteros en los textos y el trasfondo histórico del Nuevo Testamento.
¿Qué es el códice Beza? Es un libro manuscrito del siglo IV
que contiene buena parte del Nuevo Testamento (evangelios, fragmento de la tercera carta de Juan y los Hechos). Está escrito en griego y en latín: es
una versión bilingüe. ¿Qué particularidad tiene? Además de estar escrito en
estas dos lenguas, los biblistas que lo han estudiado están convencidos de que
es, a día de hoy, la versión más antigua que conservamos del Nuevo Testamento.
Presenta muchas variantes respecto de otros códices y su coincidencia con antiguos papiros sirios, coptos y latinos hace pensar que el
códice Beza, si no es el original, es la versión más cercana a los primitivos
textos de los evangelios y los Hechos.
Los códices “oficiales”
La mayoría de nuestras Biblias contemporáneas se basan en otros códices muy famosos: sobre todo el Códice Vaticano, conservado en Roma, y el Códice Sinaítico, que se encontró en el monasterio de Santa Catalina en el Sinaí. Estos códices, escritos en griego, están datados en el siglo IV de nuestra era y son las versiones elegidas para las traducciones actuales.
¿Por qué el más antiguo?
¿Por qué piensan ciertos biblistas que el códice Beza es más
antiguo? Por varios motivos.
Uno, porque está escrito en un griego más coloquial que los
otros. Normalmente, cuando tienes varias copias de un texto, lo más lógico es
pensar que la más coloquial es primitiva, las más literarias y pulidas son
posteriores.
En segundo lugar, porque las variantes del códice Beza
aparecen en otros textos del NT hallados en papiros sueltos y en la obra de
algunos padres de la Iglesia, tan antiguos que se remontan al siglo II. Son
traducciones en latín, copto y siríaco que coinciden con el texto del Beza. Si
estas traducciones son del siglo II, esto significa que el texto del códice
Beza es, como mínimo contemporáneo o anterior.
En tercer lugar, porque el códice Beza, en palabras de sus
estudiosos, es más “judío” que los otros. Es decir, se nota mucho más el origen,
la forma de pensar y el carácter judío de los autores del NT. En los códices
posteriores se fue quitando un poco ese sabor hebreo, ya fuera por la creciente
distancia entre los judíos tradicionales y los seguidores de Jesús, ya fuera
porque los textos se dirigían a un público cada vez más gentil, formado por un
mayor número de personas ajenas al judaísmo.
Lo interesante del códice Beza es que sus variantes ofrecen
datos muy significativos sobre el mundo judíos del siglo I y también dan una
imagen algo diferente de los apóstoles: no son seres ideales y perfectos, sino
muy humanos. Especialmente en el libro de los Hechos, que han estudiado a fondo
Rius Camps y Jenny Read, vemos que los apóstoles cometen errores, se equivocan,
les cuesta entender la misión que Jesús les ha encomendado. Dan pasos en falso,
tienen que rectificar... En los códices posteriores esta imagen se pule y algunas
frases se modifican para lavar la imagen de estos primeros seguidores de Jesús.
El códice Beza nos deja entrever una posición más crítica de los autores
respecto a la actuación de figuras como Pedro y Pablo.
Datos que rompen esquemas
Lucas, el evangelista
Seguramente muchos de vosotros habréis oído o estudiado que
Lucas, según se dice, era médico, de origen gentil, discípulo de Pablo, y que
su evangelio está dirigido principalmente a los cristianos procedentes de fuera
del judaísmo.
Bien, la investigación cuidadosa del códice Beza nos da otra
imagen. Lucas no es un gentil, sino un judío muy bien formado. Quizás un
rabino, como el mismo Pablo. Pero pertenece, al igual que este, a la Diáspora.
Es un judío helenista, habla en griego y está inmerso en la cultura griega.
Lucas conoce al dedillo las Escrituras Sagradas del
judaísmo, y las maneja muy bien. Los paralelos entre el evangelio de Lucas y
los Hechos con episodios cruciales del AT son continuos, y las analogías que
establece Lucas son típicas de la exégesis judía. Lucas quiere demostrar que en
Jesús se cumplen y se realizan todas las promesas y grandes obras de Dios hacia
su pueblo, tal como se recoge en la Torá y en los profetas. Y lo hace
utilizando métodos propios de los maestros judíos.
Por tanto, es evidente que el texto de Lucas se dirige a
personas que también están muy versadas en la cultura y las escrituras judías:
pueden comprender todas sus analogías. Lucas no es un gentil, es un judío de la
diáspora y escribe para un lector judío que posiblemente se está abriendo al
mensaje de Jesús.
En el capítulo 14 de Hechos, cuando Pablo y Bernabé viajan
por Asia Menor, llegan a Antioquía de Pisidia. Los códices más conocidos dicen
que llegaron “en día de sábado a la sinagoga”. El Beza dice: “el sábado
llegaron a nuestra sinagoga”. ¿Qué significa este nuestra? ¿Es un error? Los
biblistas lo explican porque la palabra “nuestra” en griego es muy parecida a
la palabra “día”. Algún copista, por error, debió transcribir “nuestra” por
“día” y así acuñó la expresión “día de sábado”, que perduró en los manuscritos
posteriores. ¿Por qué Lucas dice nuestra? Cuando Lucas utiliza la primera
persona en el Libro de los Hechos siempre lo hace con una intención.
Posiblemente porque se trata de “su” sinagoga, la de su comunidad. Por tanto,
Lucas es oriundo de Antioquía de Pisidia, y no de la Antioquía de Siria, como
se pensaba hasta ahora.
La mujer pecadora
Este episodio tan famoso del evangelio, ubicado en Juan 8, 1-11,
no aparece en muchos códices antiguos. Sin embargo, lo leemos en nuestras
Biblias actuales. Está ausente en el Códice Vaticano y en el Sinaítico y de
muchos manuscritos antiguos, ¿por qué? Quizás los editores consideraron que era
demasiado escandaloso o que podía herir sensibilidades...
Pero el Beza, al igual que algunos papiros de los primeros padres
de la Iglesia, sí lo recoge. La versión latina es la más antigua encontrada que
incluye esta escena. La Vulgata latina también incluye este episodio, y de allí
pasó a todas las Biblias medievales y después modernas.
Hay muchos otros datos curiosos y reveladores en este códice,
sería muy largo explicarlos todos... Baste saber que, por sus características y
estilo, este manuscrito es, a día de hoy, el más cercano que tenemos a los
textos originales, o más primitivos, del NT.
¿Por qué es un códice marginado?
Aunque cada vez son más los biblistas y teólogos que se
entusiasman y se ponen a estudiar el Códice Beza, este texto no ha sido tenido
en cuenta en la mayoría de versiones de la Biblia. ¿Por qué?
Vamos a conocer la historia de este manuscrito, una historia
de novela.
En 1562, Francia estaba inmersa en una guerra de religión,
entre los católicos y los hugonotes. En la batalla librada en la ciudad de
Lyon, las tropas calvinistas tomaron la Iglesia de san Ireneo y la incendiaron.
Antes de la quema, alguien encontró en su cripta un antiguo códice que entregó
al capellán de la tropa. Este hombre era Teodoro Beza, pastor calvinista que
acompañaba al ejército hugonote en sus campañas.
Teodoro se llevó el códice a Suiza. Lo leyó y se dio cuenta
de que era un poco diferente de la versión que él conocía del NT. Lo consideró
una versión “extraña” y acabó regalándolo a la Universidad de Cambridge, en
agradecimiento a los ingleses por su ayuda en la guerra. De ahí que en ambientes académicos este códice sea llamado, en latín, Codex Cantabrigiensis. Allí, en Cambridge,
permaneció casi en el olvido durante muchos años... hasta que un grupo de
biblistas comenzó a estudiarlo a fondo y se interesó por las variantes del texto
respecto a otros códices.
La conclusión a la que llegaron es que el texto original del
Beza es una versión más antigua del Nuevo Testamento, si no la más primitiva,
quizás de finales del siglo I. Varios padres de la Iglesia y muchas versiones
latinas, siríacas y coptas concuerdan con esta versión. En las notas de algunas
Biblias actuales se la denomina “texto occidental”.
¿Por qué occidental? Porque los otros códices, el Vaticano y el Sinaítico, por ejemplo, pertenecían a las iglesias orientales. Se basaban en la llamada versión alejandrina del texto bíblico. El Beza, al encontrarse en Lyon, en el occidente del Mediterráneo, fue llamado así: “occidental”. En las modernas ediciones de la Biblia no es tenido en cuenta, aunque la Biblia de Jerusalén sí contempla algunas de sus variantes y las menciona.
Pero ¿es realmente una versión occidental? Los biblistas que
han rastreado su origen no lo creen. ¿Por qué ese códice tan antiguo se hallaba
en la iglesia de San Ireneo? Repasemos la historia. Ireneo, padre de la
Iglesia, oriundo de Asia Menor, en el siglo II se trasladó a Lyon, Francia, con
un grupo de compañeros. Su misión: llevar el evangelio a los confines del mundo
conocido. En aquel tiempo, todo el Oriente estaba evangelizado, pero zonas como
las Galias (la actual Francia) eran terreno virgen para la misión.
En Lyon, Ireneo consolidó una comunidad cristiana. Años más
tarde, murió mártir allí, pero la comunidad pervivió. Se levantó una iglesia en
su recuerdo y allí se conservó, durante siglos, su pertenencia quizás más
valiosa: un volumen del Nuevo Testamento que se llevó, desde su tierra natal en
Asia Menor, para utilizarlo en su tarea pastoral. Con el paso de los años, el
manuscrito original se debió deteriorar y diferentes escribas lo fueron
copiando. El que se conserva hoy es la copia del siglo IV. Pero el original...
¡era del siglo II, o quizás anterior, y procedente de Asia Menor! Por tanto,
estamos ante un texto oriental, y muy antiguo. Posiblemente el más cercano a
las primeras versiones.
Conclusiones
El grueso del mensaje no se ve alterado, pero el códice Beza
nos muestra una visión de la primera iglesia un poco diferente: más fresca y
cercana. Es notable la fuerte impronta hebrea: los primeros cristianos eran (o
se hacían) judíos. La visión de los apóstoles no es idealizada: les cuesta
entender el mensaje de Jesús, necesitan un proceso de crecimiento y a veces se
equivocan: son humanos y falibles. También se hacen más evidentes los
conflictos internos en las comunidades. Finalmente, se aprecia una crítica al
judaísmo, pero no desde afuera, sino desde adentro, con la preocupación propia
de alguien que desea que sus hermanos en la fe también abracen el camino de
Jesús.
Por todo esto, la obra de los teólogos y biblistas que
estudian este códice resulta muy valiosa para comprender el mundo de los
primeros cristianos.