Los profetas suelen aparecer en tiempos de grandes crisis. En el reino de Israel, en plena prosperidad pero con la amenaza asiria próxima, Amós y Oseas denuncian una religiosidad hipócrita, idólatra y falsa, que permite terribles injusticias sociales. En el reino de Judá, Miqueas alerta a los dirigentes del pueblo porque su corrupción y abusos llevarán al pueblo a la ruina.
Los profetas destacaron al proclamar verdades incómodas, pero en su mensaje hay también una voz de esperanza y una llamada a la conversión. Su crítica al poder inicuo y su petición de una fe auténtica y sincera no han perdido vigencia. Hoy, como hace dos mil años, necesitamos voces proféticas como las suyas.
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